Llegué
al lago una vez perdido todo resuello. Me dejé caer en medio del círculo perfecto de hierba gris, de
espaldas. Jadeé varias veces, sintiendo las mejillas arreboladas, entre
el frío y la carrera. La oscura noche invernal hacía parecer el reducido claro
casi…siniestro. Me estremecí, y no a causa del frío. Así que no había
venido, al fin y al cabo. No intenté disimular la decepción. ¿Quién diablos acudiría una noche de Diciembre a un lago helado, desierto y completamente muerto?
-Ha sido una estupidez acudir.-musité para mí
-Bastante estúpido, sí.
No puedo describir lo que sentí en ese momento. Una mezcla explosiva que variaba entre esperanza, alegría, dolor y la absoluta certeza de que, sea como fuere, le amaba. En ese instante, cuando contemplé sus ojos relucir en la noche, esos ojos que me derretían, supe que daría la vida por él sin pensar, o me tiraría por un puente si eso le resultase divertido. Sin saber cómo, lo supe. Adoro la certeza de mis epifanías.
Aquellos ojos como caramelo líquido me seguían atravesando, interrogantes.
-¿C-cómo sabías que estaba aquí?-tartamudeé. Bueno, siempre podía achacarlo a la gélida corriente de aire que serpenteaba entre los árboles.
-Creo que soy yo quien debería preguntar, ¿Qué haces aquí?
-Una pregunta no se contesta con otra, a menos que esta última sea retórica-le recordé, citando aquellas palabras que él mismo me había dicho. Meses atrás
-Tal y como lo esperaba.
Maldije por lo bajo. Odio ser tan predecible. Se acercó a mí andando lentamente, me recordaba al sinuoso caminar de una pantera al acecho. Casi pude escuchar el desenfrenado latir de mi corazón en medio del silencio sepulcral. ¿Miedo? ¿Anticipación? ¿O se debía solo a su presencia.
-Necesitaba hablar contigo-murmuró con voz grave.
Mi instinto se activó como un sensor. <<Mal comienzo>> me avisó. Y tuve la certeza de que iba a ser una noche muy larga.
-Ha sido una estupidez acudir.-musité para mí
-Bastante estúpido, sí.
No puedo describir lo que sentí en ese momento. Una mezcla explosiva que variaba entre esperanza, alegría, dolor y la absoluta certeza de que, sea como fuere, le amaba. En ese instante, cuando contemplé sus ojos relucir en la noche, esos ojos que me derretían, supe que daría la vida por él sin pensar, o me tiraría por un puente si eso le resultase divertido. Sin saber cómo, lo supe. Adoro la certeza de mis epifanías.
Aquellos ojos como caramelo líquido me seguían atravesando, interrogantes.
-¿C-cómo sabías que estaba aquí?-tartamudeé. Bueno, siempre podía achacarlo a la gélida corriente de aire que serpenteaba entre los árboles.
-Creo que soy yo quien debería preguntar, ¿Qué haces aquí?
-Una pregunta no se contesta con otra, a menos que esta última sea retórica-le recordé, citando aquellas palabras que él mismo me había dicho. Meses atrás
-Tal y como lo esperaba.
Maldije por lo bajo. Odio ser tan predecible. Se acercó a mí andando lentamente, me recordaba al sinuoso caminar de una pantera al acecho. Casi pude escuchar el desenfrenado latir de mi corazón en medio del silencio sepulcral. ¿Miedo? ¿Anticipación? ¿O se debía solo a su presencia.
-Necesitaba hablar contigo-murmuró con voz grave.
Mi instinto se activó como un sensor. <<Mal comienzo>> me avisó. Y tuve la certeza de que iba a ser una noche muy larga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario