martes, 27 de noviembre de 2018

18 de abril de 2016

Querido Ale:

Hoy has pasado a mi lado, hablando con Sergio, riendo. Tienes una sonrisa bonita. En realidad, toda tu cara me parece bonita, hay una ingenuidad blanda y suave en ella que me gusta. Siento que podría ser sincera contigo.
Puedo imaginarme acurrucada en tu hombro.
Soñar es gratis (de momento)

13 de abril de 2016

Querido Ale:

Sé que no sabes que existo, pero yo te veo, te escucho. Es más de lo que muchas personas pueden decir de la gente de su entorno.
Me gustaría poder sentarme a charlar un rato contigo, y saber qué más hay detrás de todos esos chistes y el aire despistado que te rodea. Hace tiempo que me pregunto cómo eres, especialmente cuando la miras, y veo esa ternura en tu cara.
Esa mirada de bobo me molesta.
Quisiera que fuera para mí, o que alguien me mirase así alguna vez

Love letters.

Hay una razón por la que me gusta escribir cartas de amor, y también la hay para que nunca las entregue o las envíe. La primera, es que escribir forma parte de mi manera de racionalizar mis propias emociones y reflexionar al respecto; la primera y única de las terapias que traté de seguir y que he mantenido incluso después de dejar de ir al psicólogo. La razón de que ni tú ni nadie hayáis recibido nunca las misivas es que sé que está todo dicho en la historia del Amor, que es predecible y cursi y siempre me da mucha vergüenza. Pero las tengo, están fechadas y guardadas, algunas perdidas entre papeles, otras en formato digital; y son tan tuyas como mías.
Si tú las quieres.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Gobbledygook.

Cállate.

Tú no lo entiendes.

Ni sabes ni te importa lo duro que es esto.

No te das cuenta de que si de mí dependiera, preferiría morir a seguir viviendo así.

Así que déjame en paz con tus milongas.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Unattainable

Una parte de mí sabe que me estoy dejando ir, pero la realidad es que voy ganándome terreno a mí misma. Con excusas de poco a poco, los días se pasan rápidamente mientras normalizo a mis ojos y a los de los demás mi mala praxis, mientras el hambre se convierte en un sentimiento conocido y reconfortante, mientras recorto calorías de aquí y allá, mientras me concedo a mí misma otros diez o quince minutos más en el gimnasio. Cualquier cosa para aliviar mi culpa, mi impaciencia y mi ansiedad. Esto es más fácil de lo que pensaba, y da miedo..., supongo que porque la parte difícil está dentro de mi cabeza.
Todo va peor que nunca, pero para qué entrar en detalles. Al menos me gustaría tener la valentía de hacer esas pequeñas cosas que me imponía a mí misma, hasta que dejaron de importarme tanto, como desnudarme mirando al espejo a la hora de ducharme, o quitarme la camiseta cuando voy a hacer el amor. Estas cosas parecen lejanas ahora, y yo me siento más débil, más pequeña. 
Pensé que a estas alturas me sentiría mejor.

jueves, 8 de noviembre de 2018

M'aidez?

Soy un trozo de carne.

Qué sentimiento tan peculiar, familiar y malo.

Soy un trozo de carne. 

Como ganado, para disfrute de otro.

Soy un trozo de carne.

Me miro al espejo, y veo eso. Como un animal de cría, se me selecciona por mis atributos físicos.

Soy un trozo de carne.

Es duro que te recuerden que no eres nada. Que no importas, que no interesas.
Las mujeres, yo incluida, tenemos interiorizado que nos van a desear solo por nuestra apariencia en algunas ocasiones en la vida. Aún así, es difícil aceptar que eres prescindible.

Soy un cuerpo.

Cuando hace cuatro años que conoces a una persona, y solo te habla cuando se aburre, el sentimiento de ser utilizada es desagradable. Cuando lo hace porque eres el recambio de su vida sexual, el sentimiento es asqueroso, rancio, insoportable.
Me miro en el espejo, y odio lo que veo incluso más que antes. Porque ahora, mi piel floja y mis tetas mustias son un atractivo para otras personas. Alguien a quien no le importa quién soy, qué me gusta hacer con mi tiempo libre, cuáles son mis aspiraciones de futuro. Para él, solo soy un trozo de carne; el calentón que le ha proporcionado imaginarse, y cito en sus propias palabras, mis tetas botando y mi piel brillante y cubierta de sudor, y a él entre mis piernas, empujando hasta hacerme daño. ¿Por qué a los hombres les excitará que duela? Y a parte de eso, de esa fantasía húmeda, yo no soy nada.
Es un sentimiento familiar, pero hacía mucho tiempo que nadie provocaba este asco en mí. Me imagino que me toca, y la sensación me repele. Me imagino que se excita al mirarme, y quiero cerrar los ojos para no verlo ni recordar lo que se siente. Mi cuerpo es un trozo de carne, y encima de mala calidad. Mi asqueroso cuerpo es lo único que algunos miran cuando me ven, y solo desde su mísera necesidad sexual insatisfecha. 
Mi cuerpo deshecho, usado, de segunda mano. Rebajado a segundo plato, a "si no hay más remedio".
Del resto, nadie quiere saber nada. "Yo te daba", aunque en realidad no te conozco. "Por favor, chúpamela", pero vete después y que nadie te vea salir.

Qué miseria no seré como persona, que solo me quieren como animal.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Good girl, bad girl.

Alguna vez me he preguntado si lo que soy es inherente a mi persona o si mis comportamientos son aprehendidos. Bueno, supongo que es más correcto preguntarme qué porcentaje de mi personalidad responde a cada uno de los criterios.
Lo que quiero decir es que nunca me había parado a pensar en que soy, en el fondo, una mala persona; y si este dato tan revelador es resultado de los valores que se me han inculcado o de que yo misma los aceptara y asumiera. De esta manera, me doy cuenta con la fortaleza de una revelación epifánica de que lo que yo tomaba por integridad moral no es sino egoísmo y afán de protagonismo. Verás, me educaron para ser competitiva, para esforzarme y resaltar; ya sabes que condeno el cansancio y el dolor y procuro asumirlos como una parte inevitable y natural de la vida. Crecí pensando que, naturalmente, las personas tenían capacidades diferentes y quienes se esforzaban más eran, en cierto modo, mejores. El sacrificio también es una virtud que valoro, una cierta tendencia a la martirización silenciosa nunca está de más entre los míos. "El que vale, vale, el que no... comida para perros" es algo que mi padre decía y dice a menudo, dando por hecho que yo valía, ¿podría permitirme el lujo de despreciar a quienes no?
Crecí pensando que los amigos vienen y van y que no se puede confiar en nadie, porque las personas solo quieren obtener beneficio de mí y los míos; así que es totalmente legítimo tener "amigos" hasta en el infierno por si algún día necesito un favor. Para este fin, es necesario destacar, deslumbrar y labrarse un buen nombre. Pero los amigos de verdad..., eso ni siquiera existe.

Puedes darte cuenta del mazazo que supuso para mí ampliar mis círculos y dejar de ser alguien que inspiraba admiración y envidia. Excelente a los 5, del montón a los 15, conforme conocía a más personas que tenían la capacidad de hacerme sombra, no pude sino alimentar mi carácter competitivo. La gente que no tiene dinero debe labrarse la excelencia de otra manera, digo yo.
Así pues, la empatía no es mi fuerte. No soy generosa, ni altruista, pues espero recibir algún tipo de mérito de muchas de las acciones que realizo, ni buena, ni inocente. Tiendo a pensar mal de la gente, soy relativamente reservada y me valgo mucho de mi tatemae.

Así pues, ¿qué importa si soy o me han hecho? la pregunta de verdad es si puedo, si realmente tengo el coraje que requiere cambiar en qué me he convertido.