sábado, 17 de agosto de 2013

Restart: 0.

Son palabras que me suenan grande. Soy una peregrina, lo dice en mi certificado, en latín. Soy peregrina del Camino de Santiago. ¿Por qué será que no termino de creérmelo?
Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, lo cierto es que me ha cambiado de verdad. En fin, tanto tiempo libre sin otra cosa que caminar y pensar tuvo que servir de algo, digo yo. Más que de algo, soy otra persona.
Desde que volví he querido hablar de ello. Y hablar significa escribir, narrar. Ni siquiera sé cómo empezar, todo lo que intentaba llevar a cabo me parecía una pobre cosita desnutrida que a duras penas lograba captar lo maravilloso del viaje. En primer lugar descarté el modo diario, sería demasiado largo y tedioso. ¿Debería hablar de mis impresiones? ¿Hacerlo día a día? Todo sigue tan fresco en mi mente como si estuviéramos a treinta de Abril, en el autobús de camino a casa. Como si fuera posible olvidarlo.
Así, sea como sea, trataré de plasmar de alguna forma todo lo que aprendí de otras personas y de mí misma. Todo lo que comprendí, lo que me sorprendió, lo que sentí. Todo lo que me emocionó, que no fue poco.
Como indico en el título de esta entrada, este es el primer volumen en que intentaré captar de manera comprensible -aunque no del todo, nunca con la suficiente precisión- por qué el viaje mereció la pena.
Supongo que podríamos tomar esto como una pequeña introducción, y explicar la metodología con que mi antiguo instituto, el Colegio Aljarafe, lleva a cabo las excursiones.
Se hace una excursión de variable duración y distinto destino desde que tenemos tres años hasta que cumplimos dieciocho. Normalmente, el destino está programado cada año, es una especie de tradición ir a esos lugares, así que te puedes hacer una idea de qué esperar. Por otros alumnos mayores, porque tú mismo investigues o únicamente por tu imaginación.
Aunque cada cierto tiempo los destinos varían, o cambian de lugar, os puedo contar cómo estuvieron estructuradas las excursiones de mis cuatro años en la secundaria: En primero viajamos a la Sauceda. En segundo visitamos el País Vasco. Hace dos años, en tercero, estuvimos en Marruecos. Y por último, como ya he mencionado, el Camino de Santiago.
Generalmente, muchos de nosotros tenemos claro a qué excursiones iríamos si nos viésemos obligados a elegir por algún motivo. Y yo nunca me planteé eso de pagar más de cuatrocientos euros por caminar unos ciento treinta kilómetros con unos compañeros a los que, antes de este precioso último año, no apreciaba en demasía (más bien al contrario)
Por lo tanto, no tenía ninguna expectativa en mente, porque hasta que no llegó Septiembre y nos mencionaron el viaje en la primera asamblea del curso yo no comencé a plantearme si merecía la pena. Hermanas y hermanos mayores de mis amigos decían haber regresado con otra visión del mundo, decían haber disfrutado más aún que en Marruecos, la excursión más estrella de la E.S.O. Y yo, que en ese momento me sentía absolutamente perdida dentro de mi cuerpo y de mi mente, me pregunté si no era eso lo que podría ayudarme a alejarme de todo cuanto conozco y pensar.
Y tomé mi decisión.
Una hora a la semana, durante las clases de Proyecto Integrado, hablábamos de nuestro destino. Los alumnos de primero de bachillerato nos daban consejos en las tutorías, nos hablaban de sus experiencias personales, nos animaban a realizar el viaje. También realizábamos las etapas online, consultando la duración, el desnivel, el destino, los albergues.
 Lo primero que me enamoró fue el verde. Por todas partes, árboles, arbustos, altos matojos de hierba del color del Jade. El paisaje era húmedo y frondoso, tan distinto de la seca aridez de mi tierra que tan poco me gusta. Y juro que no he vuelto a encontrar un paisaje así, los puentes de tosca piedra, los senderos de tierra en medio del bosque.
Con ayuda de mi familia, fui adquiriendo lentamente todo lo necesario: desde el saco de dormir, una cacerola y unas botas de montaña hasta calcetines, polares y ropa impermeable.
Quedaba una semana para el viaje y yo no estaba nerviosa. No lo había pensado mucho, con todas las festividades que me habían abstraído. Y ahora se acercaba la feria, y sus colores y volantes me absorbieron por completo. Durante todo el curso, había trabajado mucho con mis compañeros de curso. Había salido con ellos. Me había molestado en conocerlos mejor.
Los quería, aunque solo fuera un poco.
Y después de un par de meses de locura, fiestas y ferias, me encontré con que me iba al camino. Con mis amigos. La noche antes, todas las dudas y los nervios en que no había reparado me golpearon como una maza tosca y pesada. A pesar de todos los kilómetros que había caminado, a pesar de toda la preparación, no sabía lo dura que iba a ser, no sabía qué clima nos iba a coger, no sabía nada de nada.
Solo que me moría de ganas de que amaneciese.
[~To be continued...~] 

lunes, 12 de agosto de 2013

Aburrido.

Sí, así es cada momento, cada día, cada tarde. Esperando siempre a que los minutos se deslicen, tic, tac, tic, tac..., sin saber qué más hacer, a qué más jugar, qué más libros leer y releer.

Hopes.

El frío de la habitación nos arropa con su suave manto. Nos permite permanecer enlazados en el confuso nudo de brazos y piernas en que, inconscientemente, nos convertimos los dos. Los haces de luz que se derraman perezosamente por las amplias ventanas del salón dibujan las siluetas del polvo en el aire, tienen el dorado de una puesta de sol.
La película es aburrida. Muy aburrida. Recuerdo vagamente haberla visto antes, es una tonta comedia amorosa. O puede que los argumentos se repitan tanto que todas las películas me resulten iguales. Nunca me ha gustado mucho el cine, y menos aún la televisión.
Noto que él tampoco parece muy entusiasmado.
Sin embargo no me movería por nada del mundo. Con su brazo haciéndome de cojín en el cuello, sus dedos jugueteando con el lóbulo de mi oreja, lanzando escalofríos a lo largo y ancho de toda mi blanca piel. Sus piernas hacen una trampa con las mías, su mano libre me acaricia todo el cuerpo: los brazos, el cuello, el rostro, el vientre, las piernas. Siento la piel caliente y estremecida al mismo tiempo.
De pronto, en la pantalla, entra en escena un bebé. Una bolita pálida, de grandes ojos azules y pelusilla dorada en la cabeza. Por algún motivo sonrío al ver su risa musical, sus mofletes regordetes, su torpe manoteo. Y cuando alzo la cabeza en dirección a mi novio, descubro que me está mirando del mismo modo en que yo contemplo al bebé: con adoración, como si fuera lo más hermoso que ha visto en su vida. Siento que la sangre sube rápidamente a mis mejillas, sofocándome más, como si no me costase bastante concentrarme cuando me toca. Encima, sus ojos verdes tienen que clavarse en mí de ese modo...
Su voz de trae a la realidad.
-¿Te lo imaginas?-susurra. Y para dar más énfasis a sus palabras, me acaricia el abdomen con las yemas de los dedos.
Se me escapa un jadeo entrecortado. Sí, sí me lo imagino. Ahí, en nuestros brazos, cálido y sedoso. Un chico, tan guapo como su papá, con sus ojos verdes, la piel acaramelada, mis rizos castaños. Y el poderoso deseo que acompaña a esa imagen mental me estremece.
Él parece leer en mis ojos, como siempre, y la sonrisa se le congela en el rostro. Antes de que abra la boca para enumerar las ciento una razones por las que -de momento- es imposible, muerdo su labio y tiro de la carnosa superficie hacia mí.
-Ya, lo sé, es solo que tengo mucha imaginación.
-Y eres muy impaciente-corrobora.
No voy a dejarme en ridículo intentando rebatir eso, con un adorable pucherete de los que partirían a mi Eddie en dos, porque aún siento la electricidad allí donde mi piel toca la suya. El corazón me martillea a gran velocidad.
-Somos jóvenes, sin casa, estudios, independencia ni trabajo-cuento rápidamente- ¿me dejo algo?
-Bueno..
Sus manos comienzan a deslizarse lánguidamente bajo mi camiseta, y yo dejo que me tumbe, que roce mis labios con la misma sensualidad, bajando por mi cuello, acariciando mi pecho, deteniéndose algo más abajo del ombligo. 
-...tampoco tenemos práctica-finaliza, con expresión lasciva.
-A eso sí podemos ponerle remedio-acepto.
Y me dejo llevar al fin del mundo bajo sus manos.

viernes, 9 de agosto de 2013

[Rol]

En cuanto publico el estado, veo un primer comentario suyo. Vaya, es la primera vez que coincidimos en diez días casi.
Empiezo a pensar en lo que haré. En esa sensación que me provoca todo esto. La sensación de estar perdida, de sobrar, de tener solo un par de razones para dejarme caer por aquí, medio muerta, una vez cada tropecientos días. La sensación de que este no es mi sitio, y la persona que vino a rol con todas sus ilusiones se perdió cuando "cambié" mi bias por primera vez. ¡Como si ella hubiera dejado de ser yo! Y me doy cuenta de que ya no soy feliz aquí.
Noto que me mareo, que empiezo a angustiarme sin motivo, y me marcho del comedor mascullando un seco <<con permiso>>. Siento todas las miradas en la nuca. Luego cojo un pijama amplio y fresquito y huyo al cuarto de baño.
Mientras me quito la ropa, me voy mirando al espejo. Es inevitable, ya que toda la pared es de cristal y me veo reflejada. Con la ingente cantidad de tiempo libre que he tenido estos días, me he cuidado mucho. Ahora luzco mejor que nunca. Mi piel sigue siendo tan blanca como siempre, pero se adivina una pincelada dorada en los brazos y las piernas, sonrojada en los pómulos. El pelo me ha crecido considerablemente, y el tinte vegetal ya se ha decolorado, dando lugar a una cascada de tirabuzones que rebotan contra mis hombros contínuamente, variando entre mi solo castaño natural y el dorado-rojizo que me confieren el sol y los tintes. De todas formas, me alegro de que las raíces asomen más de dos centímetros, de no ser por las fotos habría olvidado de qué color es mi pelo.
Entro en la ducha, de la que sale vapor en grandes volutas que dejan empañados los cristales, donde las gotitas parecen hacer carreras por ver quién llega antes al final.
A pesar del calor, una ducha caliente es lo que más me relaja. Dejo que el agua que cae del techo relaje los nudos de mis contracturados hombros, que convierta mi pelo en un río negro y acaricie mi suave piel.
Pero nada puede parar a mi mente, que se pasea entre los mejores momentos que he tenido con él, entre los motes más cariñosos, los <<Fresita>> <<Sirenita>> <<Gatita>>. Y evoco aquella única y dolorosa vez en que me dijo que me amaba, aunque fuera mentira, aunque fuera solo una noche. Cierro los ojos, y noto más agua en la cara, pero no sé si estoy llorando o no. ¿Por qué debería? Lo he tenido muy claro siempre, que ninguna de sus dos personalidades me va a querer nunca, que por más distancia que ponga entre nosotros siempre vuelvo..., porque realmente no quiero que se separe de mí. Imagino que sigue siendo esa ilusión que me hace seguir adelante, imagino que sigue siendo el porqué vuelvo.
Esto es muy parecido a llorar mientras sonríes. Cierro el grifo y me envuelvo en una toalla. Y la siguiente vez que me miro en el inmaculado cristal ya no veo a una chica más alta y más flaca, más mayor, ya no veo bucles castaño-dorados, ni siquiera un atisbo de bronceado bonito en mi blanquísima piel. Solo veo a una niña pequeña, anodina y gordita, con el pelo y los ojos oscuros, devolviéndose la mirada con gesto impasible.
Me apresuro a secarme, pendiente en todo momento del icono de las notificaciones de Tuenti, esperándole de nuevo. Parece que sólo sé hacer eso, esperar y echar de menos. Aparecer y desaparecer.
Luego me peino con los dedos y me acurruco bajo la colcha aferrándome al móvil. Sé que hace calor, pero no me apetece poner el aire. Mi piel está ligeramente húmeda de sudor, pero por dentro tengo frío.
Va a ser una noche muy larga.

domingo, 4 de agosto de 2013

Because I miss you.

El cielo es exactamente el mismo y los días parecen ser iguales,
lo único que ha cambiado es que tú ya no estás aquí.
Solo quería volver a sonreír, olvidarme de todo
como si nada de esto hubiese pasado
sonriendo al pasar de los días.

Te anhelo, te anhelo tanto...siempre te anhelo tanto...
Todos los días en soledad te llamo, te llamo tantas veces...
Te extraño, te extraño tanto...siempre te extraño tanto...
Supongo que ya se me ha hecho costumbre el decir tu nombre,
hasta hoy.

Sabía que debía dejarte ir, sin arrepentimientos.
Pero no puedo, no puedo, todavía no puedo dejarte ir...

Día a día siento que estoy muriendo. Dime, ¿qué puedo hacer yo?
Te quiero, te quiero, realmente te quiero.
Ni siquiera te lo dije una última vez, solo dejé que te marcharas.
Lo siento, lo siento, ¿puedes oírme?
Te quiero...

[Because I miss you - CNBLUE (Jung Yongwha)]

Always missin'.

¿Sabes cuando, en un momento determinado, echa la vista atrás y analizas la generalidad? Una impresión general, o algo así. A veces lo comparo con desenfocar la vista para darte cuenta de cuál es el objeto más brillante o más vistoso de un habitación. Lo que más llama la atención, pero que no ves a primera vista. Porque soy un poco tonta, supongo.
Y por eso mismo sé cuál es el sentimiento predominante de mi vida. Podría ser la ilusión, esa fugar alegría anticipatoria. O la angustia, porque soy muy propensa a agobiarme cuando no controlo hasta el último detalle de aquello que pretendo llevar a cabo.
Pero no, lo que más a menudo parece que siento, es el echar de menos a alguien. En momentos banales o en momentos más cruciales, siempre echo de menos a alguien.
No soy la típica persona que a menudo te encuentras por Twitter, esas chicas Tumblr que publican una foto así muy artística, difuminada y estrellada, llena de colores que se funden en una cromatografía como las que hacíamos en la Semana de la Ciencia en el colegio. Y en el centro de esa foto, con letras blancas y bastante impersonales, pondrá algo así como: <<A menudo quisiera volver al pasado. No para corregir o cambiar nada, sino para vivir de nuevo esa etapa en que era feliz y no lo sabía>>.
Pero yo nunca he sentido nada parecido. A veces me he acordado con nostalgia de los momentos felices, pero eso no quita que ahora siga experimentando alegría o felicidad con relativa frecuencia, por no decir prácticamente en todo momento..., y siempre que no piense demasiado en las circunstancias que me rodean. Soy feliz escuchando música, leyendo, viendo doramas y haciendo pasteles. Soy feliz cuando alguien sonríe por mi causa, y si me duelen los mofletes de sonreír. Sí, parece que me paso la vida sonriendo, ¿no?
Pero el dolor o la tristeza de echar de menos a alguien que forma parte de la vida es mucho más sutil. Solo aparece cuando hay algo -una mención, un objeto, un momento o una canción- que vienen a tu mente sin previo aviso, ¿no? entonces no solo desearías vivirlo de nuevo, sino que quisieras poder sentirlo de otra manera. Apreciarlo más. Porque entonces no sabías que se iba a acabar alguna vez, y sin embargo, ¿no sería angustioso vivir cada momento de tu vida como si fuera a ser el último?
Pero los momentos son especiales por las personas.
Por eso me da la sensación de que en este melancólico verano de encerrona doméstica -¡yuju!- me paso los días echando de menos a las personas que hicieron del verano pasado, por ejemplo, un tiempo mucho más feliz. Personas que ya no están, bien por circunstancias de la vida, bien porque ni ellas ni yo queremos vernos las caras.
Antes, echaba de menos a mi padre cuando se pasaba el día trabajando y no podía estar con él todo el tiempo que quisiera. Extrañaba a mi madre cada vez que no estaba a mi lado, pero era un sentimiento particularmente frenético, porque entonces ella solía estar muy malita y yo no podía hacer absolutamente nada. ¿Impotencia, frustración? ¿Cuál es la palabra exacta? Creo que no la hay, dado que cada persona vive sus sentimientos de una manera específica, y yo soy demasiado pasional. Como dice mi padre, pienso más con el corazón que con la cabeza.
También lo pasaba muy mal cuando mis hermanos se iban de viaje, y aunque me entrasen las lloreras malas típicas en mí, al menos tenía la certeza de que estaban despejando sus mentes. Al menos sabía que estaban donde querían y que iban a volver más felices y más relajados.
Extrañaba mucho al hombre al que amaba, cada uno de los cientos de días que no supe nada de él. Ahora echo de menos los brazos fuertes y morenos de mi peque en mi cintura, echo de menos sus besos ardientes, echo de menos su voz y su guitarra. Porque él fue mis estrellas cuando la luna se marchó, dejando una vasta extensión de infinito cielo negro.
Y ahora echo de menos a la persona que me enseñó lo que más feliz me hace, lo que comenzó como un tonto hobbie, pasó a obsesión y ahora se va a convertir en mi estilo de vida. No es nada parecido a cambiar mi personalidad por la suya, ni mucho menos, pero todo eso sentó muchas de mis bases con respecto a la amistad, el amor, y cosas tan absurdas como los cánones de belleza que ahora rigen muchos de mis gustos. Me enseñó cine, música, moda, fotografía, y más que eso. Me enseñó a tomarme las cosas con calma, a brillar solo sonriendo, a ser feliz con pocas cosas. Mi mejor amiga me enseñó paciencia y a decir que no a las cosas. Y ahora echo de menos alguien con quien olvidarme de todo, alguien que me haga reír, que me comprenda en esas cosas que absolutamente nadie sabe que existen siquiera. Alguien que haga de hermana pequeña conmigo, para obligarme a hacer de hermana mayor. Para aconsejarla, mimarla, reñirla y -con frecuencia- ser tan niña chica como ella.
La echo de menos, sí. Y rezo por volver a achucharla, a hacerle trenzas, por volver a cogerla de las manos y saltar y chillar cuando nos emocionamos solas. Tenga que esperar un año o veinte.
Aquí y en Pekín -nunca mejor dicho- siempre será mi mejor hermana, unnie, dongsaeng, onee, novia, esposa, gemela, HerHyo, xié, sistah, Beasr, amiga... Siempre seremos únicas, ¿verdad?
Saranghae, yeobong (sniff, sniff)

jueves, 1 de agosto de 2013

Ai qing chuan jin men.

La luz del sol brillando a través de mi ventana dice <<buenos días>>.
Hoy voy a ser más valiente de lo que fui ayer.
Tropezar y caer...
¿Cuándo voy a ser capaz de dejar de fingir?

A la izquierda o a la derecha, siempre haciendo lo contrario.
Sin embargo, en mi corazón todavía importa mucho lo que piensas.

Simplemente, me gusta perder el tiempo contigo.
Me gusta nuestra tácita armonía
Cuando el amor vino y puso los latidos de mi corazón en un frenesí.
Cuando estoy triste, aún te tengo a ti para convencerme, engañarme, burlarte de mí...
Entonces me doy cuenta de que tenerte es lo que hace que mi vida deje de ser monótona

A mí me gusta la sensación de que te preocupes por mí.
¡Es imposible predecir cuándo llega el amor...!
Solo después de que hemos llegado por el otro lado nos damos cuenta
de que el destino ha estado persiguiéndonos muy de cerca.
Y todo lo que puedo darte es una mano que agarre muy fuerte la tuya.

[Ai qing chuan ji men (When love walked in) - BY2]