Ojalá hubiera sabido en marzo que todo cambiaría, que ella y yo ya no íbamos a volver a trabajar codo con codo nunca más. Que ya no habría más pausas conjuntas para compartir un té, ir a picar a la sala de espera los días de "traer comida" o bajar a desayunar carne mechada al bar de abajo.
Ahora, ese sitio ha cerrado.
Es sorprendente lo rápido que cambian las cosas. Entonces, por ejemplo, Xinxin no era padre y no sabía que estaba a punto de serlo a los 24 años. Helio y yo todavía pasábamos hablando cada minuto de nuestro tiempo libre, contándonos con detalle todos los aspectos de nuestras vidas. Me pregunto constantemente qué habría pasado con nosotros en una realidad paralela, como siento que tampoco supe apreciar nuestros últimos días juntos en enero, cuando Alberto fue nuestro coordinador y nos la sopló lo que pensara de nosotros mientras pudiéramos trabajar casi en el mismo puesto, jugueteando con las manos del otro; con un suspiro enganchado en la garganta por todo lo que podríamos ser pero se nos escapa de entre los dedos.
En ese momento, todavía observaba a Geo levantarse a través de las pantallas azules y venir a darme un masaje en los hombros, bajo la desaprobadora mirada de la jefa. Solía quejarse de lo huesuda que era. Todavía podíamos tocarnos, qué cosas, y todavía podía no usar mascarilla y pintarme los labios de color morcilla. Ahora, Geo no está.
Todavía charlaba con Nikolai por las mañanas, y rodaba por media plataforma para sentarme al lado de Alejandro Sanz cinco minutitos para ssludarle por las mañanas, a ese señor cuyo nombre todo el mundo dice siempre completo por algún motivo, y me ponía colorada cuando Diego nos soltaba sus puyitas... Para luego acostarse con la hija de 19 años de una subordinada, tiene mandanga.
Marta, Cristina, Espe, Caio, Rocío, Antu...
Quizá, después de todo, el error es mío. Por no saber valorar el aquí y el ahora. Por todas esas cosas, todas esas personas que siempre estoy echando de menos.