lunes, 9 de septiembre de 2019

Intimacy

Me ha llevado muchos años, pero al final he entendido que lo que estaba buscando de verdad, eso que no había encontrado en nadie hasta hace tres años, se llama intimidad.
Las personas como yo, que no tenemos muchos amigos ni familia y desconfiamos de la gente por naturaleza, tenemos muchos problemas a la hora de desarrollar confianza con las personas; por eso cuando te encontré fue una auténtica catársis. 
Hallé..., un confidente. Alguien que sabe lo que jamás le contaría a nadie más. Alguien que sabe leer mis heridas, las que se ven y las que no. Alguien delante de quien no me avergüenza tanto llorar, desnudarme, mostrarme sin maquillaje, ir despeinada o incluso comer. Encontré a una persona que besara lo más feo que tengo, que abriera sus emociones a mí sin repartos para demostrarme así que podía confiar en él, una persona a la que dejaría tocarme donde nadie más puede.
 
Eres tú, quien me calienta el alma. Tú, que me dices que ibas a morir solo, que me abrazas y me acaricias durante horas porque no puedo dormir, porque me dan miedo mis recuerdos. Tú, que me enjabonas la espalda con amor, que te tragas mis bajones y mis penas y mis ataques de pánico sin decir en voz alta todas esas cosas que sé que te dan miedo y angustia. Mi niño, que eres de acero, pero me envuelves con una calidez desconocida. Tan suave, tan tierno, tan duro, tan fuerte, tan bueno, tan todo, tan mío. Tú, que no me has abandonado a pesar de los vaivenes de mi humor, aunque pase más tiempo triste que feliz, aunque te haga sufrir. Tú, que aún tienes palabras para agradecerme las pocas cosas buenas que he hecho en la vida. 

Me parte el corazón pensar en quién podría no amarte. ¿Solo, tú? no mientras yo viva. He convertido en mi misión personal acurrucarme a tu lado por las noches, animarte, alimentarte, velar por tu salud y tu bienestar cada día de mi vida, darte tus caprichitos...; al menos hasta que sea muy, muy viejita y abandone esta vida, antes que tú, sí, porque soy así de egoísta y prefiero esperarte donde sea que vayamos después a verte marchar primero y vivir un solo día sin ti. Me has dado motivos para quedarme, motivos para tirar hacia adelante con lo que sea que me encuentre en el camino, una muy buena razón para seguir viviendo un día más, una semana más, un mes más, un año más; soñando con todas esas cosas que nos quedan por hacer juntos.
Como tocar tu cara dormida todas las mañanas y preguntarme por qué la perfección no lleva tu nombre.

sábado, 7 de septiembre de 2019

Love and other dichotomies.

Carrie Bradshaw sostiene que los hombres no sienten las emociones del mismo modo que las mujeres, y que es por esto que pueden acostarse con una mujer y marcharse sin sentir nada en absoluto. Yo no quería creerlo, siempre me ha parecido uno de estos rancios cliché de lo que se espera de un hombre desde el punto de vista social: que sea "fuerte" y no exteriorice sus emociones, cuando en realidad pienso que ser sincero sobre lo que se siente es una de las cosas más difíciles y valientes que se pueden hacer.
Luego vino mi hermana, tras tres años de matrimonio, y me confesó una dura verdad: sospechaba que su marido nunca se había llegado a enamorar de ella, sino que había sentido un leve encaprichamiento inicial y poco más. Eso me pareció muy cínico. ¿Cómo de retorcida no tiene que ser una persona para finjirse enamorada durante un año hasta el punto de pedirle matrimonio a su pareja, y luego dejar que a esta la consuma la pena de un matrimonio sin cariño?

Todo esto me lleva a preguntarme cuánto nos enseñan a las mujeres a idealizar, buscar y mantener el amor. A parte de todo lo que implica para nosotras, bien es cierto que todo el contenido romántico que se produce en el cine, la televisión, la prensa y la literatura está dirigido a nosotras. ¿Son nuestras emociones distintas? ¿o lo es solo la manera que tenemos de exteriorizarlas y expresarlas? Biología y sociología se enfrentan una vez más en una dicotomía irreconciliable mientras la baja autoestima, la depresión y la ansiedad me hacen dudar y me llevan a preguntarme si las personas que me han dicho alguna vez que me querían lo han hecho por hábito o porque de verdad sentían lo mismo que yo