Tengo que confesar que, antes, mientras veíamos la película, he pensado por un momento en que estabas a punto de marcharte a casa y, ante la idea de estar tanto tiempo sin verte después de tres días casi juntos, se me han escapado un par de lagrimillas. El tiempo me pesa por dentro a veces, y se me escurre de las manos tantas otras..., especialmente cuando estoy contigo. No tengo suficiente de ti, ni de esa sensación que me hace pensar que lo primero que quiero hacer cada día hasta que me muera es verte la cara, después, desayunarme tus labios y dormir sobre tu brazo, más concretamente en ese huevo entre tu hombro y tu mandíbula que tiene mi nombre grabado a fuego.
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