sábado, 15 de junio de 2013

Let me.

¿Qué importa lo mucho que te haya echado de menos? Nada. Qué más da el tiempo que he sacrificado por ti, las veces que hayamos peleado, todas las mentiras, las idas y venidas. Qué importa que me volcase por completo en ti, te lo confiase todo, y te quisiera sin importar nada. 
Desde luego, a ti parece no importarte.
Pero a mí los recuerdos me torturan, tus <<secretos de alcoba>> con todas esas lameruzas me torturan, que me ignores me tortura...
Y pensar que todavía llevo una foto tuya a todas partes. Y pensar que el recuerdo de tu brazo en mi cintura al despertar es tan real que casi puedo sentir su calor. Y pensar en tantas cosas que hemos hecho y dicho, que se me llenan los ojos de lágrimas.
Nadie dijo que fuera fácil. Confiaba en que iba a doler. Confiaba en que arriesgarme iba a merecer la pena, por un puñado de meses al año. Confiaba en que esperarte iba a ser sencillo siempre y cuando tú siguieras queriéndome.
Pero si solo me amas durante una noche, si solo me enamoras una vez en semana, y si solo tengo que vivir de recuerdos y de lo que yo quiero que esto sea... no vamos a llegar muy lejos. Incluso si no te veo, no te hablo y no te toco, sigo recordando el sonido de tu risa. El sonido de tu voz.
Y aquella vez, la primera y la única en mi vida, en que fuiste mi ancla y mis razones para todo. Aquel instante en que llegar a casa era un momento triste, cuando mi hermana me gritaba, mi hermano me ignoraba, y mis padres estaban tristes y saturados. Aquellos días en que el único consuelo era llamarte y preguntarte qué tal tu día. Y soñar juntos con ver las estrellas, planificar nuestras vidas, esperar con ansias el momento en que pueda volver a saltar a tus brazos.
¿Qué ha sido de aquellos días en que me amabas, y eso lo cambiaba todo? ¿Por qué tengo tantas ganas de llorar, y gritar, y no puedo? ¿Por qué, por qué he tenido que quererte?
¿Por qué tienes que decir que me echas de menos? ¿Por qué tienes que decir que me quieres todavía? Deja de confundirme, deja de atarme a ti, deja de sonreírme así.
Deja que me recupere, que crezca y te olvide. Deja que otros me cuiden. Olvida esa ridícula obligación que te has creado. Deja tus celos y tus enfados.
Déjame en paz.

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