-NO ME VUELVAS A HACER ESTO JAMÁS.
Recogí mis libros parsimoniosamente y los apilé en mi escritorio, cansada. ¿Ahora qué?
-No sé a qué te refieres-murmuré.
No le encaré en ningún momento. Me asustaba su expresión enfadada.
-¡Llevas días sin aparecer por ninguna parte! ¡Y yo preocupado!
-Oye, lo siento-Le espeté. No tenía por qué dar explicaciones a nadie y eso me enfurecía.- Estaba estudiando, ¿vale? Tengo un examen de trigonometría.
-Ya.- Repuso, cortado, con un silencio hosco.
Apoyé las manos en la mesa, a mis espaldas, y escruté sus facciones, algo enternecida.
-Dragón.
-¿Hm?
-...Te he echado de menos.
¿Se le estaban humedeciendo los ojos? De cualquier modo, estaba conmovido. Yo lo sabía.
-Te quiero-susurró.
-Lo sé.
Él se acercó lentamente, con movimientos sinuosos, y apoyó sus manos junto a las mías, por lo que su rostro quedó sorprendentemente cerca.
-No sabes cuánto...
Su voz flotaba dulcemente en la estancia. El aire estaba cargado de una tensión casi palpable.
-Hagamos las paces.-sugerí con una media sonrisita insinuante.
Entrelacé mis dedos con los suyos y tiré de su cuerpo para que me siguiera hasta el dormitorio.
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