Pues eso, me abrí paso entre la gente, y comenzaba a aminorar el paso cuando por fin alcancé la superficie. Una Sue muy extraña me esperaba en el escalón. Las monjas de su instituto le habían obligado a teñir su llamativo naranja de color castaño.
-Es horrible que me obliguen a teñirme el pelo de mi propio color.-Se quejó.
Pero siendo como es, y después de decir que estaba rara mil veces, se convenció de que le encantaba su propio pelo. Espeso, muy ondulado, media melena con flequillo recto...No era extraordinario. Pero sí resultaba bonito, sobre todo después de tantos tintes, no habiéndose puesto áspero. El mío, tras unas simples mechas, había acabado asemejándose a un estropajo Spontex.
Pues no era la única que llegaba tarde. Irene no se había presentado aún. Cuando lo hizo, con su cascada de rizos oscuros, mi autoestima se vino abajo como un edificio mal construido. Pero resultó ser más linda de lo que yo recordaba, dulce y divertida, desde luego muy diferente de cualquier otra persona.
La tarde transcurrió entre risas y mil tiendas. Ropa interior provocativa, sudaderas moñas, accesorios...Irene desapareciendo cada dos por tres, Sue decidiendo qué comprarse...y yo pululando entre sus cotilleos.
La conversación giró, en general, alrededor de las personas. Y en derredor de él, claro, siendo amigo suyo.
Terminamos la tarde en el Starbucks de dos plantas. Los sillones del piso superior estaban todos ocupados, y nos instalamos al frío de la intemperie, en la terraza del local. Removí mi Frapuccino, mezclando la nata y el sirope con el batido frío de chocolate. Estaba cansada de la vainilla. Me recordaba demasiado a él.
-Yo voy a tener que irme ya-dijo Irene, mientras limpiaba la nata de su cañita con la lengua.
Sue no dejó de toquetear la blackberry, hablándome de él, de Colmillitos, y detuvo su charla a la mitad.
-Yo me iba a las nueve al río-Recordó de pronto.-Él no para de enviarme mensajes
Un agudo pinchazo de celos me aguijoneó. Me había acostumbrado a esa sensación durante la tarde. Sue me hablaba de él y la chica que le gustaba, e incluso me confesó que a ella misma le había atraído una vez, muchos años atrás.
Volví a la realidad bruscamente. Las dos se estaban poniendo en pie. Así mis bolsas y mi sudadera negra de Rammstein y las seguí. Sue quería cambiarse de ropa antes de irse al río, así que decidí acompañarla. Nos despedimos de Irene, y me prometí a mí misma volver a vernos pronto. Otra salida de compras, quizás, o puede que una tarde de cine...
Nos metimos en el baño de mujeres. Sue sacaba sus bonitos vaqueros grises, ceñidos y de tiro bajo, con una cremallera en los tobillos. Luego se puso encima su nueva camiseta negra de los Rolling Stones, y la chupa por encima. Por fin, se ató las botas y salimos del claustrofóbico baño del Starbucks.
-Bueno, yo me voy por allí-dije, señalando la fuente que se veía a lo lejos. Justo al lado estaba la parada de metro.
-¿Estás segura de que no quieres venir?-me invitó
-Nunca he desobedecido a mis padres.
-Pero puede que él esté allí. Y si tienes suerte y está ciego, lo mismo "te mete cuello"
Sentí cómo enrojecía hasta la raíz del cabello. En mi interior se debatieron la razón y una vocecilla maliciosa que me invitaba a mandarlo todo a freír espárragos y largarme. Luego podría coger el bus de plaza de armas...
"Y perderme" Dijo la sensatez dentro de mí.
-No, Sue, de veras que no. En primer lugar, preferiría que fuera...consciente. En segundo lugar, yo tengo que volver a casa para cenar, y habéis quedado sobre las nueve. Y en último lugar...me acaban de poner los aparatos.
En realidad, era la razón que más me convencía. La vergüenza de que se riera de mi patética pronunciación, de que no me tomara en serio...El miedo a besar con el cacharro en la boca. Además, nada me garantizaba que él fuera a estar bebido o algo. Y tampoco estaba segura de no acabar yo más ciega que nadie.
Sabía que habría muchos conocidos allí. Marina y sus amigas, Elba, él, puede que Kike y su novia Paula, quizás Luca o Pablo...y casi con toda seguridad, Aaron. Diablos, habría tanta gente a la que no quería ver...Aunque muchas de aquellas personas fueran mis amigos
-¡Hostia, es verdad! Pobrecita-se rió- de todos modos, él no suele beber muy a menudo. Es una pena que no puedas aprovechar...
-Otra vez será-contesté con sencillez. Aún sabiendo que era mentira.
Ella me abrazó, con cierta pena que parecía sincera. Yo agradecí su actitud y el día tan maravilloso que habíamos pasado juntas. Luego, dos chicos se acercaron a saludarla y los tres se marcharon juntos.
Paseé bajo el cielo estrellado, admirando la arquitectura típica sevillana, con sus edificios bajos y coloridos, en una mezcolanza de culturas donde se adivinaba el gótico y gran parte del árabe. Una vez más, me maravillé de los detalles que cubrían la esplendorosa catedral, de alrededor de medio milenio de antigüedad.
Acabé rayándome, como no, dándole vueltas una y otra vez a la cabeza, preguntándome si había hecho lo correcto...no, si había hecho lo que debía, lo que mi corazón me exigía. Comenzaba a encontrarme...extraña, y apoyé la cabeza contra el frío cristal de la ventana del vagón, que se impregnó del vaho de mi respiración. Todavía me quedaban unas cuantas paradas.
Creo que me adormilé un poco. Y creo que soñé con él...