miércoles, 28 de diciembre de 2022
El camino más largo
martes, 27 de diciembre de 2022
My best bet
yo nunca dije eso
jueves, 22 de diciembre de 2022
Three moms and three dads.
lunes, 19 de diciembre de 2022
Sadxmas.
Comienzo a pensar que estoy luchando contra las leyes de la naturaleza al amar la navidad.
No parecía una época festiva cuando la pasaba en salas de esperas de UCIs o en sombrías habitaciones de hospital. O en casa de mi abuela, deseando el único regalo de ir a ver a mamá.
Supongo que el año pasado no fue más que un breve destello en lo que se supone que debería ser la navidad. O lo que podría ser, con tiempo, y dinero, y cariño. Estos días emborronados de pastillas y náuseas y ganas de desaparecer han tenido poco de feliz. En el pueblo no hay luces, pero en casa tampoco.
Estoy sola, me pesa el alma, mi hermano no me habla y siento de todo, menos ilusión.
domingo, 11 de diciembre de 2022
Brothers in arms.
Es extraño estar de vuelta por aquí. Supongo que había perdido el hábito de sincerarme frente al papel y hoy siento que lo hago a trompicones, torpemente.
La vida ha seguido girando vertiginosamente este último mes, inalterada por los fieros vaivenes de mi existencia. Este mes, por primera vez, he considerado seriamente quitarme la vida. Tanto era así, que he gastado demasiado dinero, pensando que pronto no me iba a hacer más falta; y he trabajado más intensamente en casa, perseguida por dejarle a Diego un entorno lo más disfrutable posible..., pero cada día que pasaba me decía que quería vivir una jornada más a su lado, un viaje más, un fin de semana más. Ese conjunto de "últimas veces" me han dado un motivo para seguir durante estas semanas, y hoy siento que es mi motor, y mientras esté a su lado tengo razones suficientes para continuar mi viaje en este mundo. Supongo que nunca tendré suficiente de él, que, sin saberlo, me está salvando la vida.
También ha sido un mes de vivir más intensamente el duelo por la muerte de algunos pilares fundacionales de mi vida tal y como los conocía. Es una historia larga, complicada y dolorosa, pero que también me está enseñando mucho acerca de mí misma, mis valores y las creencias más arraigadas de mi corazón. Ahora entiendo que algunas relaciones son más volubles y frágiles de lo que jamás sabremos, y comprendo algunas de las cosas que mi madre me contó sobre ella, su familia y su proceso. Perdona por no haberte dado suficiente crédito, mamá.
Sí. Este otoño, demasiado cálido y extraño, estoy aprendiendo que absolutamente nada es inalterable.
Todo se me antoja ajeno.
miércoles, 9 de noviembre de 2022
Euphoria
Cecilia me contó un día que ella había sido muy presumida y le encantaba emperifollarse para salir, pero un poco por etapas. Yo sabía que su delineado negro, grueso y felino y sus labios color frambuesa eran algo así como su sello de identidad, pero no conocía nada de sus fases más alocadas y la revelación me sorprendió. Decía, mientras sorbía delicadamente un té a todas luces demasiado caliente, que una de estas fases de mayor relax estético coincidió con un bache en su relación y su novio le echó en cara que se hubiera dejado llevar con su apariencia. Que echaba de menos a la chica de la que se enamoró.
Ella me habló de una convivencia tranquila y cómoda donde ya no había lugar para los secretos, la euforia, la pasión o las mariposas en el estómago. A ella le gustaba esa serenidad que sentía tan estable y madura, pero echaba de menos la magia.
En aquel momento bajé la mirada, preocupada. Me faltaban apenas siete o diez días para mudarme con mi novio (mientras escribo la palabra no puedo menos que reírme...) y, tras mi ruptura, estaba viviendo una especie de furor tremendo por lo físico. Siempre llevaba maquillajes, adornos, las uñas impecablemente pintadas y el pelo arreglado, cosa no muy habitual en mí; además, mi brusca pérdida de peso me había llevado a asumir más riesgos en mi forma de vestir y ya nunca salía sin tacones. Yo sabía que eventualmente regresaría a mi yo: a la cola de caballo, a la ropa holgada, a las Vans, a mi complexión grande. Me debatía entre el miedo y una tímida seguridad en dos hechos:
a) Él no es tan superficial.
b) En caso de que mi apariencia fuera un factor determinante para la continuidad de la relación, ahí no es.
Por suerte, el tiempo me ha dado la razón
Y aquí estamos, más de año y medio después, instalados en la cómoda y pacífica serenidad de dos personas que se aman con locura, sin tapujos, sin secretos, con una confianza ciega..., y no exenta de mariposas, de nervios, de pasión, de toda la euforia del primer beso.