miércoles, 27 de octubre de 2021

Advantages

     Mi hogar está pintado de blanco y huele siempre a tabaco y a aire, de Loewe.

Mi hogar suena a Sabina, al silbido de la olla exprés, a dos risas que se hacen eco, a la televisión demasiado alta. Sabe a croquetas de puchero y a bizcocho de limón. Al mejor tomate jamás guisado. A los besos de mamá.

Me gusta su frescura húmeda y las vistas que hay desde la ventana de mi habitación, apuntando al atardecer que se esconde tímidamente tras un laurel gigantesco. Me gustan sus techos altísimos, las molduras, la nobleza de sus mármoles, maderas, granitos y estucos. Me encantan las cortinas porque sé que las ha cosido la abuela. Me abruman sus dimensiones, pero se siente el cariño en cada rincón que se ha construido, con tesón y paciencia, año a año.

Creo que una de las mejores cosas de dejar atrás un lugar que te gusta tanto es la capacidad del cerebro humano de quedarse únicamente con lo bueno. Así, me abrazo a la sensación de hogar y refugio, dejando atrás llantos, penas, discusiones, miedos, rupturas, miseria, dolor, soledad y lágrimas. Muchas lágrimas.

Solo quedan las personas que lo convierten en hogar.

Vértigo.

     El mundo duerme.

Es tan abrumador el silencio que el zumbido monocorde que emite el ventilador de mi ordenador me resulta molesto. Con el frío, hasta los grillos parecen haberse refugiado en el silencio.

El tiempo parece haberse detenido. No sabría decir a qué velocidad transcurren los minutos hoy, pero me recorre el cuerpo una sensación familiar y distante..., tal vez sean los recuerdos que trae consigo el frío que se acerca irrevocablemente. El tic-tac de la madrugada trae consigo un cosquilleo y se me reactiva el cuerpo; mis terminaciones nerviosas cobran vida como si fuera a abrir los ojos al gotelé del tejado inclinado de mi antigua habitación, a sus paredes liliáceas, a la montaña de ropa mal agolpada sobre la cama vecina, al revoloteo de los visillos blancos susurrando sobre el parqué y al borboteo nervioso de un sentimiento inefable en mis entrañas. Olores, sonidos, lugares y sentimientos familiares, aunque ya no me pertenezcan a mí, sino a quien una vez fui. 

Aunque sé que no es cierto, porque duermo contra su pecho desnudo y siendo su latido contra mi mejilla, una parte de mí se ha transportado a un otoño casi trescientos sesenta y cinco días atrás para levantarse de un salto, elegir un pijama más bonito, cepillarse el pelo a toda prisa y aplicarse uno de esos maquillajes que intentan disimular que una se ha maquillado. Un mensaje rápido, una llamada, más nervios y el volar de las horas que nos pasan volando. Vértigo. Tan centrada estaba en sanar mi corazón roto que hay muchas cosas del último año que comienzo a asimilar ahora; aunque hay algo que claramente no ha cambiado, y es la sensación de dar un paso cada día, de ser una persona diferente cada vez que abro los ojos.

Comienzo a entender que hay muchas cosas que echaré de menos no solo de aquellos días, sino de toda una vida. Vivir con mi hermano, abrazarme a mi padre para dormir, recorrer al trote mis calles favoritas del pueblo son algunas de ellas, pero siempre las recordaré con la nostalgia feliz de quien ha amado cada centímetro del hogar que ha conocido..., sin perder por ello la ilusión de comenzar uno nuevo

martes, 26 de octubre de 2021

Inquilina

     De noche, vivo en el calor de un cuerpo vibrante, pequeño y peludo sobre mi regazo. Qué compañía tan dulce como inesperada; es casi una bendición, un regalo cuando me escoge a mí para reposar sus pequeñas patitas y ronronear como una descosida. A veces se sienta a mis pies, los abraza, muerde y juega con ellos. No me importa, estoy bien. Me gusta sentir un corazón latiendo junto al mío.

Ya tengo con quien hablar sin sentirme tan sola, tan aburrida o tan triste. Ya no hace tanto frío, el cuarto parece menos oscuro.

Leia.


miércoles, 20 de octubre de 2021

Désordre.

     Sus besos tienen la virtud de ponerme en marcha, como combustible. Me burbujea la piel, me aletea el corazón en el pecho, mi cuerpo cobra vida con un ardor desconocido a la par que familiar.

Sus besos tienen algo de adictivo y mucho de dulces y tiernos. Boca suave, mullida y jugosa, como un bizcocho recién hecho y bien almibarado. Dulce y picante a la vez. Si fuera un sabor, podría ser la combinación de chocolate negro con un cítrico, o con jengibre. Interesante, estimulante, delicioso. Un despertar para los sentidos, como la piel que sus manos llaman al desorden de un escalofrío con el roce ágil y suave de una caricia, o el agarre férreo del amante consumido que lleva mi pelvis a sus labios con ahínco.

El desorden que el amor impone a los sentidos.

Uno no elige a quien ama, simplemente ocurre. Como una explosión de lava que se eleva desde el mar, caótico, natural, perfecto y vivo. Único. Forjado a fuego, cambiando los cimientos de todo lo que se conoce.

Y yo me vuelvo a enamorar cada día que pasa, mis sentimientos saliendo a borbotones desde donde quiera que se alojen en su desordenada locura química. A veces me pregunto si las bocas ardientes brotarán algún día fuera de mí, incapaces de ser contenidos por esta piel que solo anhela su tacto balsámico, su panacea, la perfección inexplicable de quien altera y calma mis sentidos a partes perfectamente iguales. Quizá algún día suceda y me funda con la tierra; quizá todos caminemos sobre los restos humeantes de quien amaron tanto que terminaron por consumirse, arrasando la piel.

Nights

     Algunas noches, la mera idea de entrar en esta habitación es enloquecedora.

Hace dos días, mi padre se reía de mí porque no me había dado tiempo a comer ni a dormir. Esta es la vida, hija. La vida no me gusta. Once horas trabajadas, papá, y un millón de trámites por delante. Sé que no es nada, pero me cojo descansos en el trabajo para seguir preparándome el trabajo de fin de máster y, cuando acaba la jornada, siempre hay tiempo para seguir estudiando un poco más, guisar unas albóndigas, finiquitar este y aquel papel que tenía que enviar a no sé dónde, contactar a una inmobiliaria o a un banco y salir a correr.

Dormir es un incordio, papá. Estoy cansada de las estridencias de mi teléfono cada cinco minutos y hasta su vibración me despierta. Hace demasiado calor para esta época del año y no puedo descansar.

Me duele la espalda, me siento mayor. Me siento vieja.

Me duele la cabeza todo el tiempo, papá. Tengo derecho a estar cansada, da igual si es lo que toca, y da igual si tú sentiste y viviste cosas peores allá por los ochenta, los noventa, los dosmil, los dosmildiez y ponte a sumar décadas. La vida tampoco me habría gustado entonces. La vida no pinta bonita cuando la retratas así.

Hoy, en esta habitación, me siento sola. Me duelen los ojos y ni mis niños quieren estar a mi lado. Le hablaría a la nada, como cada noche, pero tampoco me apetece abrir la boca y a ellos no les apetecería escucharme, si me entendieran. No los culpo, papá. Echo de menos la luz del sol y el aire en la piel. Antes quise salir a dar un paseo, pero no pudo ser..., y aquí estoy, de vuelta a consumirme en estas cuatro paredes.

domingo, 17 de octubre de 2021

Aloe vera y tomate.

     Si eres una persona celosa y tienes un mínimo de sentido crítico puedes aprender a reconocer, detectar y controlar ese sentimiento. No digo atajar porque eso sería deliciosamente utópico, pero aspiras a una coexistencia pacífica y eso está bien.

La inexperiencia, sin embargo, puede jugar malas pasadas.

Como diría Edward Cullen, es muy distinto leer y aprender sobre los celos a experimentarlos de verdad. Nunca había tenido motivos para sentirme así, pero conocer a mi prometido abrió muchas puertas para mí en el terreno emocional: no solo tenía pasado, sino que había todo un presente de mujeres que, por capricho o por placer, habrían estado encantadas de borrarme del mapa (Y créeme, el sentimiento es mutuo); con toda seguridad, se avecina un futuro variopinto de rasgos similares.

Entonces comprendí que había una cara diferente en la dicotomía fundamental entre sexo y amor: mientras que el primero traía consigo una punzada instintiva y animal de rabia, el segundo..., bueno, digamos que aún no tengo palabras para describir lo que se siente al afrontar el hecho de que tu pareja amó antes de ti. ¿Qué te digo? es muy satisfactorio ser la primera y que la competencia sea solamente abstracta. Pero piensa que hubo alguien con quien quiso que funcionara, alguien a quien le dedicó las palabras y los sentimientos más bonitos del mundo. Otra persona con la que quiso futuro, cuyo cuerpo adoró y por quien habría hecho lo que fuera necesario. No es imprecisa, sino real como la vida misma a pesar del tiempo: sus fotos siguen ahí, sigue viva en las palabras de despecho que él le dedicó. Y tú, que conoces su forma de querer, sabes que no hay nada igual de intenso y sincero y te envenenas buscándola, aprendiendo sobre ella, envidiándola y a la vez rechazando todo cuanto podáis tener en común porque duele de una manera visceral, loca, impredecible e implacable. Aunque ahora todo eso sea para ti.

Creo que, sin querer, acabo de dar con la tecla, la definición perfecta: veneno. Un agente químico, corrosivo y externo que daña todo cuanto toca, que se extiende e infecta como un puñetero tumor de malos sentimientos. En su metástasis, es capaz de transformarte en lo que no eres, en hacerte sospechar, en inculcarte el hábito malsano de dañarte a través de la necesidad compulsiva de seguir registrando, escudriñando, indagando. Intuyes que volverá a aparecer, que fue media vida del amor más grande jamás escrito. Husmeas, tanteas e indagas a la espera de una pista, una certeza... de que ella está tan pendiente como tú.

Y al final ha caído en la trampa.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Tearing at the seams.

 Y colapsé como hacía mucho que no ocurría.

Juro que lo intenté, ¿eh? a pesar del omnipresente dolor de cabeza. Trabajé, maldormí y pasé algunas horas estudiando por la tarde. Me enfrenté a tres llamadas de teléfono exasperantes en las que me hicieron sentir idiota perdida del culo, pero recogí mi frustración, mi cráneo pulsante, y desahogué parte de mi rabia con jadeos, sudor y más esfuerzo. Ya..., mejor. ¡Si todo iba a salir bien! solo había que seguir peleando. Acabé la sesión bastante contenta, aliviada, incluso..., hasta que me choqué con el muro emocional de mi marido.

Juro que lo intenté de nuevo, quise razonar..., pero me hizo sentir peor que antes. Me hizo sentir aún más idiota, frustrada y engañada. Me hizo sentir desesperanzada, desilusionada, triste, vacía, torpe, inútil.

 Hacía mucho que no sentía esas cosas..., no con él. Me hizo dudar. ¿Así es como vamos a enfrentarnos a los problemas que surjan? si esto solamente acaba de empezar, ¿qué va a ser de nosotros?

Y me llevó por delante. Física, mental y emocionalmente, colapsé.

Y aquí estamos, porque "esto es la vida". Y así toca vivirla, dice.