martes, 6 de julio de 2021

Some ghosts and stuff.

     Dicen a menudo (en el cine, en los libros) que no sabes que estás viviendo tus mejores días hasta que han pasado. Que siempre buscas algo más, algo mejor, escrutando el mañana con avidez.

No es el caso conmigo. Hace unos ocho meses que soy consciente de estar viviendo mis mejores días, incluso en los bajones, incluso en el peor junio de la historia, y todavía cuando engañé a mi novio y le dejé. 

Mis mejores días comenzaron con una llamada en medio de la madrugada de un viernes insomne, continuaron con el primer ramo de lirios, con un beso en la Alameda y una escapada candente para "disfrutar" de la ciudad desde la noria del Muelle de las Delicias. Mis mejores días están adornados con una visita sorpresa cuando salía a correr, un beso clandestino robado a las restricciones de movilidad, un fin de semana en las montañas, una caricia cuidadosa y medida bajo la ropa interior que me hiciera perder la cabeza en cuestión de segundos. Un apartamento con mucha luz y una bandeja con el desayuno sobre las sábanas desordenadas; una bolita pequeña, peluda y juguetona enroscada en su cuello. Cada abrazo por sorpresa, un ¡ajarl! satisfecho y muchos pasos de apoyo (espero que mutuo)

Estos son mis mejores días. Sé que a veces no lo parece, pero me haces la persona más feliz del mundo

lunes, 5 de julio de 2021

Cartas a mis ex..., o solo a los que dolieron. Primera parte.

Ale:


    Sabes que soy de empezar por lo más difícil, lo más intenso, o quizá no lo sepas porque en realidad me conocías poco. Esta es la carta más complicada del ejercicio por varias razones: eres el más reciente, eres mi primer amor y eres el único que posiblemente lea su propia misiva. Quizá, no lo sé.

Si hubiera hecho esto hace siete meses, cuando rompimos, seguramente me habría disculpado por cómo acabaron las cosas, pero hoy me he prometido a mí misma no caer en eso; creo que ya he perdido demasiado perdón. Digamos que me refugié en la idea de que merecías alguien que supiera quererte bien, que tuviera suficiente con tu inocente dulzura, porque yo no estaba a la altura. Pero una de tus frases abrió la caja de Pandora de muchos sentimientos de inseguridad de los que fuiste acicate.

Sé que no terminé las cosas de la mejor manera, pero, aún así, no me merecía que me atacaras. No merecía que me hicieras daño, que mordieras con indirectas, que pusieras a personas tan importantes para mí en mi contra; y ahora mismo no merezco las expectativas frustradas de echarte de menos, del pacto que hicimos de mantener las cosas sanas y cercanas. Esto no es amistad, ¡apenas llega a cordialidad! y me siento idiota por esperar nada de ti e indignarme ante las semanas de silencio y ante celos absurdos que no tienen ni pies ni cabeza. No merezco que me restriegues que intentas buscar a otra mujer con la que compartir cama; y no tenías derecho a decirme que soy buena persona <<en el fondo>> o que no tengo amigos porque no me esfuerzo lo suficiente. Me hacías sentir insuficiente, mezquina, aislada e incapaz de establecer conexiones reales y "loca" por no saber comer sin llorar o superar la ansiedad de socializar.

Quise que nos quedáramos con lo bueno, de verdad. Con las Perseidas en la playa, con Londres, eternamente nuestro, con los momentos románticos, con las sorpresas. Lo intenté, lo juro; pero ahora empieza a aflorar la conciencia de que no era oro todo lo que relucía. Siento que hay muchísimas ideas y palabras enredadas en mis dientes, quemando contra mi lengua, y no puedo siquiera ponerlo en pie. Me quedo con imágenes mentales que tenía totalmente bloqueadas de cómo, a veces, hacías lo que querías con mi cuerpo pese a mi rechazo, mis lágrimas o mi pánico.

Hace cinco años te dije que la rabia y el desdén que expresabas hacia Julia hablaban de que no habías superado su rechazo. Es evidente que yo tampoco te supero, y eso es lo que más me duele.

Standing still

     Su mano aferrándose a mi muñeca. << No te vayas, no me dejes>> jadea, sin aire, los ojos hinchados de llorar, el rostro enrojecido y el dolor escrito en las facciones. << No dejes de quererme>>

Claro que no me voy, pequeña.

jueves, 1 de julio de 2021

Five days.

    Es duro levantarse. Hacía mucho que no me sentía así. Creo que ni siquiera en enero era tan aplastante la pena. Física. Masticable. Pesada en el sentido más literal de la palabra.

Es peor comer. Es duro ver que otros se esfuerzan porque yo mejore pero no consigo estar a la altura porque cuando empecé quería estar sana y bien para vivir muchos años y bla bla bla, pero ya no parece tan importante. Es duro mantener los hábitos saludables cuando te importas una mierda. Dormir es solo una vía de escape.

Es difícil contener las lágrimas cuando tengo un nudo permanente en el pecho que no tiene motivo ni razón de ser pero que tampoco se destensa. A él le da igual si yo comprendo o no por qué quiero llorar todo el tiempo, él se limita a comprimirme los pulmones y a hacerse un huequito entre mis omnipresentes pesadillas.

Es irónico tratar de asimilar que el ritmo de este azote redobla su malestar justo cuando parecía imposible. Hace una semana estaba hecha una pena porque mis rollos fofos se desbordaban por todas partes en su amplia y repugnante plenitud, campando a sus anchas por lo que antes era fibra, piel y hueso. Hace una semana las cosas parecían difíciles, pero no imposibles; hace cinco días, la vida dio un nuevo vuelco. ¡Solo es un trabajo! ya, bueno, lo entiendo, pero son ocho monótonas horas de tortura para mí. ¿Qué me pasa? ¿por qué este desasosiego? ya no hay píldora que lo ampare. Solo quiero que termine. Solo quiero paz, descanso, silencio. Solo quiero volver a sentir algo que no sea tristeza, algo que no pese, algo que no duela.

Y lo peor es que sé que la parte dura de verdad aún no ha llegado. Allá vamos: matar o morir.

miércoles, 30 de junio de 2021

Distant

     La sombra del miedo, la duda, el cambio y la culpa lo coronan todo. El final del mes más complicado en mucho tiempo.

Lo evalúo con la sensación general de entumecimiento, de cansancio, tristeza. Inútil, imposible de comunicar lo que siento. Torpe, distante, fría, con secretos..., o, más bien, verdades a medias. Llena de ganas de absolutamente nada, vacía de cosas constructivas que ofrecer. 

Haciéndole sufrir. Insuficiente, a pesar de todos mis esfuerzos por no serlo.



domingo, 27 de junio de 2021

Visto y no visto.

 La verdad es que no lo he sentido venir. Después de un agradable fin de semana fuera que culmina con un soberano atasco que me lleva a llegar a casa tres horas después de lo previsto, yo solo quería abrazar a mi marido y perderme en los valles y curvas de su piel suave y cálida. Le había echado mucho de menos.

No puedo ponerlo todo en pie..., solo sé que yo estaba disfrutando. Con las piernas aún temblorosas tras el primer orgasmo y la pituitaria saturada de su perfume, hundía el rostro en su cuello, aferrada con brazos y piernas a su tronco, soldada firmemente a su contorno. El placer me sacudía en lentas oleadas cada vez que una embestida certera se deslizaba por mi carne, entrando y saliendo. Aceleró el ritmo de las acometidas y yo me sentí temblar desde las entrañas.

La verdad es que todo iba bien, pero de pronto ya no. Me recorrió un escalofrío helado y hubo sensación de pérdida, oscuridad, nebulosa. No le veía, ya solo sentía pánico frenético inundándome y un grito que comenzaba a llenar mi garganta. No sé cómo alcancé a bloquear los músculos para no revolverme, arremeter contra su dulce toque a empellones y golpes con toda la fuerza de mi desesperación.

- Para, para, para, ¡para! -. Jadeé.

Sentí como si ese gemido sin aire me arañase las cuerdas vocales, rasgándolas como un grito a un millón de decibelios. Le sentí salir de mí, aún sin verle, recordando la lánguida pereza que recorría las copas de los árboles aquella noche, el suelo, gélido y húmedo, mordiéndome la piel. Dolor y miedo por partes iguales. Quise llorar y eso hice, porque aún no podía verle, lo había estropeado todo nuevamente; temblaba y lloraba de vergüenza y de anhelo por regresar al amor y a la suavidad que siempre coronan mis noches.

viernes, 25 de junio de 2021

"Elena"

 A mi "yo vulnerable":

    Hola. Sé que es muy egoísta por mi parte querer dirigirme a ti después de haberte maltratado durante tanto tiempo, pero necesito disculparme. Te he ignorado, te he insultado, te he alienado y aún así mírate, fuerte y entera, aún formando parte de mí.

Durante mucho tiempo te convertí en mi alter ego, como si así pudiera separarte claramente de mí. De todo lo que no me gustaba. Te di los atributos que no me gustaban, convertí tu necesidad de descanso en acusaciones de pereza, la expresión de las emociones en debilidad. Quería que "Cristina" fuera significado de actividad, efectividad, seguridad, inamovilidad, y convertí lo humano y lo femenino en peyorativo, lo personifiqué en torno a mi segundo nombre y traté de excluirlo de todas las facetas de mi vida. Así, cada vez que alguien me preguntaba si podía llamarme "Elena", yo respondía que probablemente no me iba a dar por aludida. "Esa no soy yo" pensaba. Elena es suave, redondeada, blanda, llorona, quejica, floja, débil, cutre, servicial, ociosa, romántica, cursi, boba, emocional, irracional, dependiente.

¡Ah, si yo hubiera sabido...! Que los sentimientos no me hacen blanda, sino que complementan mis ideales de inteligencia y madurez. Que descansar es necesario para sanar y regenerar. Que en el equilibrio está la clave del éxito..., si lo hubiera sabido, seguramente habría valorado más algunos de los aspectos que me hacen única, que me hacen quien soy; incluso aquellos en los que debería trabajar, como la impulsividad o el genio.

Perdóname. No tenía derecho a tratarte como lo hice; al fin he comprendido la importancia que tienes para mí.

Necesitar compañía no te hace dependiente.

Apoyarte en los demás no te hace incapaz.

Llorar no te hace débil.

Descansar no te hace vaga.

Socializar y dedicar tiempo al ocio no te hacen perezosa.

Ahora quiero intentar hacer las cosas de otra manera, si quieres y me dejas. Me gustaría abrazar todo lo que me ofreces y aprender de ello. Me gustaría reconectar con las personas que me importan y dejar de hacer daño a los demás con la hosquedad de mis silencios, no exentos de significado. Me gustaría ser más sincera, porque habitualmente omito las cosas que no me interesa expresar. Me saber cómo desenredarme las emociones del alma, cortarles las espinas para que no pinchen e hilarlas con sentido, transmitirlas, saborear el alivio y compartir con las personas a las que quiero.

Quiero aprender a reconocer qué es lo que necesitas y cómo darte paz, porque en mi empeño de cuidarme el cuerpo para lograr una perfección física he olvidado que la mente también es salud. No te di el crédito que merecías y ahora admiro y deseo tu resiliencia, para curarme.