Un hombre muy guapo y muy sabio que se hace llamar Ézhor Malkávar me enseñó muy sabiamente que el sexo en la playa es imposible porque se te pega arena en las pelotas,
Y lo lo dejo por escrito porque lo prometido es deuda.
Te quiero, mongolo.
lunes, 30 de junio de 2014
Clever moments (?).
sábado, 28 de junio de 2014
One step closer.
Differences
Or maybe this "point" doesn't even exist?
Exit.
Inspirit.
De verdad ha estado funcionando mucho tiempo, he dado lo mejor de mí con mi familia, en los estudios, con mis amigos y en el amor.
Pero quizá me estoy equivocando, y no pueda lograrlo todo solo con pensamientos y tenacidad. Probablemente haya algo que me falte, cualquier habilidad, cualquier rasgo, algo necesario para lograr mis objetivos. ¿Labia? ¿altruismo? ¿en qué me he equivocado?
Mistake.
Me abrió la puerta como si estuviera recién levantado, con el cabello rubio despeinado y un aire de confusión. Estaba muy guapo, y traté de no mirar su torso desnudo, sino sus enormes ojos del color del cielo al mediodía.
-Hola.- no pude evitar el deje de sorpresa en mi voz.- ¿te he despertado?
Se echó a un lado y entré, sin saber muy bien a dónde ir.
-No del todo.- bromeó, con su voz grave y ligeramente ronca.
-¿Nadie más ha llegado?
-¿Alguno de nuestros amigos es puntual?
Alzó las cejas más de lo que parecía siquiera posible. Me reí y le seguí a su cuarto en penumbra.
-¿Dejo mi mochila aquí?
Me di la vuelta. Estaba más cerca de lo que pensaba e instintivamente retrocedí, tropezando con la cama. Me quedé mirándolo durante un momento eterno, estática, asustada.
Y al momento siguiente su boca estaba sobre la mía. Sus manos me subieron en la cama y comenzó a sacarme la ropa con eficacia y rapidez, aunque yo temblaba de culpa, de miedo y de deseo. Estaban ocurriendo demasiadas cosas que no debían pasar, y sin embargo yo solo pensaba en morder toda la pálida extensión de su piel. No podía respirar, pero era agradable.
Oí el timbre como sin tuviera los oídos vagamente desconectados del cuerpo. Para cuando él se hubo dado cuenta, yo ya estaba poniéndome los pantalones.
Tras la puerta apareció ella, con sus rizos rojizos y su enorme sonrisa. Su novia y mi amiga.
-Hola, Helena - y rió con su vocecilla atiplada. Ella era la única que me llamaba Helena siempre.- ¿Llego muy tarde?
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¡Perfecto! He bajado dos tallas. La próxima vez cabré en una 38.