El séptimo amanecer me sorprende escribiendo estas palabras con el corazón triste y tranquilo como el mar, que tanto ha visto y sigue batiendo contra la orilla incansablemente.
Mientras todo cambia. Mira que me afano y lo sujeto, pero aún así se me escapa. Y camino por entre las dunas inmutables deseando que todo fuera como ellas y yo pudiera seguir jugando en su blancura como hace veinte años..., Pero no. Flor de Lis tenía razón cuando afirmaba que todo pasa y poco queda; lo que no advirtieron con su canción es que un trocito de mí se escindiría con un dolor preciso con cada nueva ruptura. Quizá sea porque, para bien o para mal, cumplir años me conviene en un miembro de pleno rendimiento de una sociedad en la que no siempre puedes limitarte a volar con la brisa que mejor te impulse.
Solo puedo dar las gracias hoy. Ha vuelto a salir el sol y sigo viva (¿Qué más necesito?). No voy a reflexionar sobre el pasado año porque si lo hago me muero; voy a abrazarme a mí en su lugar y a quererme un poco más por haber podido sostener todas estas emociones, por haberlas experimentado, porque he hecho todo lo que he podido. Gracias, cuerpito.