Esa paz que vive en la arena dorada y en el romper de las olas, en los gritos de los niños y en las ilusiones de los amores de verano, en la brisa con su olor a alga y a salitre; esa sensación solo vive en algunas personas y en lugares en los que parece que no pase el tiempo, por muchos edificios que proliferen tras las dunas y el roqueo del espigón. Allí donde, como en la canción de Serrat, sigue jugando mi niñez...