Y ojalá que llegue el día en que seamos nosotros. Creo que nunca lo he deseado más que hoy; cuando he comprobado que una buena parte de la rabia no es otra cosa que envidia.
Ah, ella, uno de mis grandes y más recurrentes pecados.
Simbólico o estúpido, hoy solo quiero huir de aquí, echar a volar a un futuro lejano e improbable en el que camino por un pasillo hacia él, que llora ante la visión de su mujer vestida de blanco y voluminoso repollo y no existe nada más grande y sublime que nuestro amor. Un día en el que no pueda decirle nada en absoluto, porque los te quiero y los te amo se nos queden chicos y necesitemos una palabra nueva para lo que nosotros sentimos.