Y no sé por qué narices llamo "matemática" a la más inexacta de las ciencias humanas; debe ser que estoy nostálgica de aquella canción de Rayden, con el lenguaje de las manos, leyendo en braille cada surco de tu piel, tus labios.
No se trata de primeras veces, por mucho que quiera filosofar y hacerlo todo único e inigualable. Decía Allende que es muy distinto hacer el amor amando (y no se equivocaba), pero no es de eso de lo que se trata. Hubo amor y hubo sexo antes de ti, a veces separados, a veces en mágica y perfecta consonancia; puede que hasta lo sintiera con la misma intensidad en su momento, pero todo se desvanece ahora, cuando siento que me derrito, cuando vuelvo a tener quince años, cuando me tiemblan las piernas y se me seca la boca. Será que sabía vivir, pero no sentirme viva.
Será que vivo para el presente..., para lo que siento aquí y ahora, por las cosquillas que viven en las yemas de tus dedos, en las ganas de provocarte, en la curva de tu cadera encajada en la mía al dormir, en el olor de tu pecho y en que me sobran almohadas entre tus brazos. Vivo en las sonrisas que brotan solas y sin querer, en tus manías y tus expresiones, en los brindis de tus pestañas y las motas más claras en el chocolate de tu mirada enamorada y legañosa en el despertar. Se me olvida lo que haya sentido antes, y esa es la verdad, sintiéndome astronauta cuando me abres la puerta para que me pierda en tus lunares, me quede sin aire pensando que quiero que me beses, me beses y me besayunes hasta gastar las bocas de tanto decirnos que nos queremos, quiero vivir sin hacer la cama porque para qué molestarnos, comerte a versos, tragarme las palabras y los prejuicios y dividirme y deshacerme cuando me tocas.
Qué te digo, si no sé qué me has dado. Sé muchas cosas, otras las desaprendo contigo, las desmonto y las reinvento y así, sumando, multiplicando, exponencialmente..., te añado una y otra vez a mi lista de sueños cumplidos.